jueves, 7 de enero de 2021

Hice lo que me dijiste que hiciera

Hice lo que me dijiste que hiciera

Reflexiones a propósito de la aprobación de la ley para la Interrupción legal del embarazo

El capítulo 17 del Evangelio de Juan nos muestra a Jesús en una conversación íntima con el Padre. Está orando, y en esta oración pide por si mismo, por sus discípulos y por todos los que creerán. Comienza rindiendo cuentas al Padre y dice: “Padre, te he glorificado, porque hice todo lo que me dijiste que hiciera” (Juan 17:4). Esta frase encierra el secreto del éxito en nuestro servicio al Señor. El éxito de lo que hacemos no está en lo que logramos, sino en nuestra obediencia al padre. El éxito no depende de nosotros, la fidelidad si. Haciendo lo que el Padre le decía Jesús algunas veces juntó multitudes e hizo milagros, y otras veces quedó solo y sin poder hacer un solo milagro. Los logros alegran nuestro corazón, la fidelidad alegra el corazón del Padre.

En estos días sentimos el sabor amargo de no haber logrado lo que queríamos, pero con corazones sinceros podemos presentarnos delante del Padre para decirle: “hicimos lo que nos dijiste que hiciéramos”.

La honesta intencionalidad de nuestros corazones no debe privarnos de evaluar nuestras acciones. Más allá del compromiso manifiesto de una enorme mayoría de cristianos evangélicos, de los esfuerzos casi sacrificiales de algunos, y el propósito siempre loable de pretender lo mejor para nuestra sociedad, es oportuno pesar las acciones a la luz de lo que entendemos es el propósito de Dios.

Desde la década del ochenta, cuando las iglesias evangélicas comienzan a crecer en América Latina, se gesta la idea de transformar la sociedad cooptando el poder político. La idea no era nueva, en los años sesenta y setenta lo habían intentado sin éxito las iglesias del protestantismo histórico. El concepto es: para transformar nuestras sociedades deberíamos afectar el poder político. Surgieron así los “políticos evangélicos”, los “partidos políticos evangélicos” y el “lobby evangélico”.

Más allá de las buenas y honestas intenciones, todos por igual no obtuvieron los resultados esperados en su cruzada transformadora. No dudamos del valioso aporte que pueden hacer vidas que sirven al Reino en la arena política. Dios bendiga, sostenga y cubra a quienes emprenden ese camino. Debemos apoyarlos y pastorearlos en su misión de ser sal y luz en un medio plagado de peligros y tentaciones.

El tratamiento de la recientemente aprobada ley para la interrupción legal del embarazo nos recuerda algunas lecciones:

Las consecuencias de una sociedad que deja de lado a Dios. Hace algunos años había quienes se ponían contentos porque sacaban los crucifijos de las oficinas públicas, creyendo que sacaban a la iglesia Católica y no se daban cuenta que estaban sacando a Dios. (No porque Dios estuviera en el crucifijo, sino por lo que representaba).

Lo inocuo de una fe superficial que es religiosidad antes que discipulado. Más del 85% de la población argentina se considera cristiana.

Lamentablemente la religiosidad ya no es monopolio de la iglesia Católica.

No son las leyes las que cambian a las personas. La ley dice: “no matarás” y la gente mata; “No mentirás” y la gente miente; “no robarás” y la gente roba. Queremos las mejores leyes, pero no nos equivoquemos, no es cambiando leyes que cambiamos la sociedad.

Nuestra sociedad está profundamente enferma y eso no se sana con la aprobación o no de ciertas leyes.

No es función de la iglesia el “lobby político”. Es hora de que dejemos de perder tiempo y energía en las alfombras rojas del poder. Es insensato pretender que obren como hijos de luz quienes están muertos en sus delitos y pecados.

No abogo por una iglesia aislada de la sociedad encerrada en su termo espiritual.

Todo lo contrario, sueño con una iglesia de ojos y oídos abiertos que obra proféticamente confrontando los poderes de este mundo; que sabe que no lucha contra carne o sangre y por lo tanto no discrimina, no ataca, no excluye; que no se deja seducir por las mieles del poder; que trabaja en la propuesta más que en la protesta; que cree que solo vidas transformadas por Jesucristo nos darán una sociedad diferente. Es en esta agenda del reino donde debemos poner toda nuestra energía y recursos.

Sólo algunas reflexiones creyendo que un día toda lengua confesará que Jesús es el Señor, para gloria de Dios el Padre. (Filipenses 2:11).

J. Norberto Saracco
Miembro del Consejo Directivo Nacional de ACIERA

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