Indignación
“Jesús les contestó: —Si ustedes reconocieran que no ven tanto como piensan, Dios no los culparía por sus pecados.”, Jn 9:41El relato bíblico nos describe a un joven ciego que parece llevar una especie de condena social. Padece de una grave enfermedad desde su nacimiento. Su presencia es incomoda y molesta. Sus ojos despiertan la curiosidad sobre el origen de su enfermedad ¿Por qué nació ciego? Hay personas que suelen unir la enfermedad y la culpa. Jesús lo declara inocente a él y a sus padres. Cuando el mal y la enfermedad se hacen presentes no están tanto para que lo expliquemos sino para derrotarlo. Los discípulos asumen una postura fatalista ante el ciego y se resignan ante las desgracias de los demás. Todo queda reducido al pedir una explicación y no imaginan que esa situación puede ser vencida. El ciego no tiene solución para muchos, piensan que algo habrá hecho para estar en esa situación y no hay salida. Jesús no comparte el fatalismo y el diagnóstico que lamentablemente suelen darles a las personas enfermas y discapacitadas. Para Jesús la fe no es principio de resignación, sino de indignación. La indignación es un enojo vehemente. Se manifiesta cuando algo provoca enojo o irritación. Jesús nos vuelve a decir “Cuando vayan, anuncien este mensaje: “Ya está por llegar el reino de Dios”. “Sanen también a los enfermos. Devuélvanles la vida a los muertos. Sanen a los leprosos, y libren de los demonios a la gente. ¡No cobren nada por hacerlo, pues el poder que Dios les ha dado a ustedes tampoco les costó nada!", Mt 10:7-8. Dios nos llama a no aceptar como normal lo que es anormal. Nos levantamos en oración. “Pidan a Dios, y él les dará. Hablen con Dios, y encontrarán lo que buscan. Llámenlo, y él los atenderá. Porque el que confía en Dios recibe lo que pide, encuentra lo que busca y, si llama, es atendido.”. Mt 7:7-8
Carlos Scott
Foto Gilbert Lennox