Es difícil describir en unas pocas frases el sentimiento de abandono absoluto y desamparo total que sienten los cristianos de Siria e Irak. Sus comunidades están siendo literalmente barridas del mapa. El geográfico y el de la Historia. Los yihadistas están aplicando minuciosamente la técnica romana de la damnatio memoriae con el objetivo de que no quede el menor vestigio de que alguna vez existió el cristianismo en las zonas que controlan.
Huelga decir que en esta estrategia la vida no vale nada. Los líderes cristianos orientales se desesperan ante sociedades occidentales que se indignan y alarman –de forma totalmente justificada— ante la salvaje destrucción de estatuas milenarias en Nínive, pero que ya no reaccionan cuando el enésimo niño cristiano es crucificado. Y también se desesperan en su soledad las comunidades cristianas orientales —que han entendido que no hay negociación posible con el EI y que deben elegir entre la guerra y la muerte segura— cuando en Occidente comienzan a escucharse voces de que en el algún momento habrá que conversar con los yihadistas.
Debería ser innecesario recordar cuál de las dos grandes religiones presentes en Siria e Irak es la autóctona. El islam vino después. Pero sucede que las diferentes ramas del cristianismo y su extensión son simplemente desconocidas en Occidente. Y a este desconocimiento histórico no ayuda el que una parte importante de los análisis que se hacen desde nuestra parte del mundo consideren el factor cristiano como una pieza menor o lo traten como una presencia residual y anacrónica, cuando no descartable.
Los yihadistas consideran que quienes les bombardean son los descendientes de aquellos cruzados que, en nombre de la religión, conquistaron Jerusalén y durante cien años establecieron un reino, pero están en un error. En realidad quienes envían los aviones que les atacan son los hijos de la Ilustración, pero a estos les horroriza la idea de ir a la guerra al rescate de una religión. Y este es otro razonamiento gravísimamente equivocado, porque salvar la presencia cristiana en Oriente Próximo es evitar la desaparición para siempre de un patrimonio humano, intelectual e histórico único e irrepetible. Un patrimonio que por desconocido que sea no deja de dar sentido a lo que somos
Fuente Diario El Pais de España en http://elpais.com/elpais/2015/02/27/opinion/1425060330_444355.html
Huelga decir que en esta estrategia la vida no vale nada. Los líderes cristianos orientales se desesperan ante sociedades occidentales que se indignan y alarman –de forma totalmente justificada— ante la salvaje destrucción de estatuas milenarias en Nínive, pero que ya no reaccionan cuando el enésimo niño cristiano es crucificado. Y también se desesperan en su soledad las comunidades cristianas orientales —que han entendido que no hay negociación posible con el EI y que deben elegir entre la guerra y la muerte segura— cuando en Occidente comienzan a escucharse voces de que en el algún momento habrá que conversar con los yihadistas.
Debería ser innecesario recordar cuál de las dos grandes religiones presentes en Siria e Irak es la autóctona. El islam vino después. Pero sucede que las diferentes ramas del cristianismo y su extensión son simplemente desconocidas en Occidente. Y a este desconocimiento histórico no ayuda el que una parte importante de los análisis que se hacen desde nuestra parte del mundo consideren el factor cristiano como una pieza menor o lo traten como una presencia residual y anacrónica, cuando no descartable.
Los yihadistas consideran que quienes les bombardean son los descendientes de aquellos cruzados que, en nombre de la religión, conquistaron Jerusalén y durante cien años establecieron un reino, pero están en un error. En realidad quienes envían los aviones que les atacan son los hijos de la Ilustración, pero a estos les horroriza la idea de ir a la guerra al rescate de una religión. Y este es otro razonamiento gravísimamente equivocado, porque salvar la presencia cristiana en Oriente Próximo es evitar la desaparición para siempre de un patrimonio humano, intelectual e histórico único e irrepetible. Un patrimonio que por desconocido que sea no deja de dar sentido a lo que somos
Fuente Diario El Pais de España en http://elpais.com/elpais/2015/02/27/opinion/1425060330_444355.html
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