La historia eterna del evangelio no cambia y sigue siendo nuestra brújula que nos mantiene en el rumbo. La misión fluye hacia afuera, no hacia adentro.
No se trata de atraer a las personas a nuestros programas, sino más bien ir hacia donde ellas se encuentran. Se trata de lo que ocurre en sus ámbitos, no en los nuestros. Se trata de entrar en nuevos campos y nos habla de la misión que se concreta en la búsqueda del otro, del servicio en la sociedad local, de la solidaridad con los que sufren, de la cooperación global donde el evangelio no ha llegado.
La vida del apóstol Pablo nos enseña a ser emprendedores e iniciar nuevas maneras de ser comunidad. Hoy necesitamos atrevernos a probar nuevas modalidades en un contexto cambiante que es diferente en todas partes.
Una necesidad muy sentida y buscada es hacer amigos. Somos desafiados a ser una comunidad de espiritualidad y hospitalidad. Nos habla del poder del amor, del apego, la empatía, la proximidad, la equidad.
Hablamos de una iglesia sin legalismo, no tradicional, no denominacional, lejos de una religiosidad que se manifiesta en estructuras, reglamentos, etiquetas. Hay personas que se encuentran sin una iglesia a la cual pertenecer y desean estar lejos de los modelos de repetición, tradicionales y jerárquicos. Se trata de un encuentro con la gracia, la libertad, el respeto, la ternura y el cuidado mutuo.
El anhelo de hallar pastos y movernos en libertad es el espacio que Jesús nos regala para sanar, para volver a creer, para desarrollar la fe, tener esperanza y en libertad decidir dónde seguir y a qué comunidad pertenecer.
Construyamos un puente de esperanza recordando que "arriesgarse es perder el equilibrio momentáneamente. No arriesgarse es perderse a uno mismo" (Soren Kierkegaard)
Para Pensar: ¿Que necesitamos quitar, demoler y derribar en nuestros modelos eclesiásticos para construir y edificar una nueva manera de ser iglesia?
Carlos Scott
Foto de Gilbert Lennox
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