Un amor que envía
“Pues el Señor nos dio este mandato cuando dijo: “Yo te he hecho luz para los gentiles, a fin de llevar salvación a los rincones más lejanos de la tierra”. Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y le dieron las gracias al Señor por su mensaje, y todos los que fueron elegidos para la vida eterna se convirtieron en creyentes. Así que el mensaje del Señor se extendió por toda esa región. Hch 13:47-49
Cuando pensamos en el avance del Reino de Dios y la plantación de nuevas iglesias, Dios hace lo que ha prometido: Él da el crecimiento (1 Cor 3:6-7), pero a nosotros nos toca superar los obstáculos y las resistencias del medio ambiente. En la misión de Dios no hay lugar para la pasividad. La iglesia como agente e instrumento ha sido enviada al mundo para servir, amar y compartir el mensaje del evangelio que transforma toda la existencia humana. Dios es fuente de un amor que envía. “Como tú me enviaste al mundo, yo los envío también al mundo”, Jn 17:18. Participar en la misión es participar en el movimiento del amor de Dios hacia las personas y el énfasis en la cruz debe impedir cualquier posibilidad de comodidad misionera. Algunas veces el liderazgo piensa que no hay suficientes miembros en una congregación para comenzar un proceso de plantación de nuevas iglesias. Se piensa que debe haber mucha gente antes de dar otro paso. El resultado final es el estancamiento, la falta de vigor y la debilidad. La iglesia como organismo vivo está llamada a no caer en la trampa del modelo institucional que la limita y colocar la estructura por arriba de la misión. La vida del apóstol Pablo nos enseña a ser emprendedores e iniciar nuevas maneras de ser comunidad. Hoy necesitamos atrevernos a probar nuevas modalidades en un contexto cambiante que es diferente en todas partes. Construyamos un puente de esperanza recordando que "arriesgarse es perder el equilibrio momentáneamente. No arriesgarse es perderse a uno mismo" (Soren Kierkegaard)
Carlos Scott
Foto Gilbert Lennox
Cuando pensamos en el avance del Reino de Dios y la plantación de nuevas iglesias, Dios hace lo que ha prometido: Él da el crecimiento (1 Cor 3:6-7), pero a nosotros nos toca superar los obstáculos y las resistencias del medio ambiente. En la misión de Dios no hay lugar para la pasividad. La iglesia como agente e instrumento ha sido enviada al mundo para servir, amar y compartir el mensaje del evangelio que transforma toda la existencia humana. Dios es fuente de un amor que envía. “Como tú me enviaste al mundo, yo los envío también al mundo”, Jn 17:18. Participar en la misión es participar en el movimiento del amor de Dios hacia las personas y el énfasis en la cruz debe impedir cualquier posibilidad de comodidad misionera. Algunas veces el liderazgo piensa que no hay suficientes miembros en una congregación para comenzar un proceso de plantación de nuevas iglesias. Se piensa que debe haber mucha gente antes de dar otro paso. El resultado final es el estancamiento, la falta de vigor y la debilidad. La iglesia como organismo vivo está llamada a no caer en la trampa del modelo institucional que la limita y colocar la estructura por arriba de la misión. La vida del apóstol Pablo nos enseña a ser emprendedores e iniciar nuevas maneras de ser comunidad. Hoy necesitamos atrevernos a probar nuevas modalidades en un contexto cambiante que es diferente en todas partes. Construyamos un puente de esperanza recordando que "arriesgarse es perder el equilibrio momentáneamente. No arriesgarse es perderse a uno mismo" (Soren Kierkegaard)
Carlos Scott
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