jueves, 30 de mayo de 2019

Verdad y Falsedad

- Cuando hablamos de la iglesia local hablamos de una comunidad basada en la verdad. Una iglesia sana es una comunidad que vive en integridad, confesión, arrepentimiento, humildad, perdón, amor. * > Jesús cuando se encontró con Natanael lo definió como “un verdadero israelita en quien no hay falsedad”, Jn 1:47. La cara contrapuesta es encontrarnos con personas que engañan y mienten, Jn 2:23-25. * > Vivimos tiempos donde muchas veces parece que las cosas están fuera de control. Hay voces de todo tipo, ya sean de políticos, religiosos, periodistas, educadores, profesionales y muchos más. La información que recibimos, como la manipulación de la misma, la falta de veracidad en los ámbitos del poder crea confusión, luchas y distorsión de la realidad. Lo realmente cierto es que la pobreza, inseguridad y la pérdida de valores nos golpean a diario. No se mira lo que hay que ver. La gente se encuentra como ovejas sin pastor, Ez 34:1-6, Mc 6:34. * > ¿Cómo definimos a los que engañan y son mentirosos? El salmo doce nos habla de personas de labios lisonjeros, que no han sido fieles y sinceros. Gente que vive con doblez y mentira, Sal 12:1-2. Por lo general son personas que dicen una cosa con su mente y sus labios, pero en su corazón tienen otra cosa. Son aquellas personas que tienen un discurso oficial pero no real. Según las circunstancias, la palabra puede jugar determinado papel para engañar al prójimo. La palabra de los mentirosos inventa y deforma la realidad. Muchos tienen un poder de confusión. Con la mentira nos engañamos a nosotros mismos y al prójimo. * > Nuestra esperanza y oración es la misma que el salmista “Tu, Señor nos protegerás; tu siempre nos defenderás de esa gente, aun cuando los malvados sigan merodeando, y la maldad sea exaltada en este mundo”, Sal 12:7. Ante la injusticia Dios nos dice: “Voy ahora a levantarme, y pondré a salvo a los oprimidos, pues al pobre se le oprime, y el necesitado se queja”, Sal 12:5. “Porque él no desprecia ni tiene en poco el sufrimiento del pobre; no esconde de él su rostro, sino que lo escucha cuando a él clama”, Sal 22:24.

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