¿Culpable
o Inocente?, Jn 5:1-10
Nos encontramos en la celebración
de una fiesta de los
judíos. Jesús se encuentra con un hombre inválido que
llevaba enfermo treinta y ocho años. “Ya tenía mucho tiempo de estar así”
(v.6). Jesús toma la iniciativa y le
pregunta: ¿Quieres quedar sano?
Su respuesta fue: “No tengo a nadie que me
meta en el estanque mientras se agita el agua y cuando trato de hacerlo otro se
mete antes” (v7). Este hombre muestra la falta de
acompañamiento y solidaridad de los demás: Indica su limitación y el tema no es la Fe. Lo único que le hacía falta era la compasión humana,
la comunión y la solidaridad.
Jesús decide centrarse en la Justicia,
Misericordia y Humildad. Las autoridades
están centradas en la ley, normas, estructura y poder. Jesús nos muestra
una teología que tiene que ver con el apego, el cuidado, el abrazo, la ternura,
la proximidad, aceptación, sentido de pertenencia y equidad. Hay empatía,
valoración y humildad. Dios nunca pierde el corazón. Nunca. Es una teología del
amor que se manifiesta en la autoridad del afecto y el cuidado tierno.
Es importante tener presente que el criterio divino para observar la calidad
de los dirigentes religiosos y gobernantes se resume en el trato con los
necesitados, Ez 34. Se les llamaba pastores
y la voz profética nos reclama que en todo tiempo debemos “fortalecer a la
oveja débil, cuidar de la enferma, curar sus heridas, ir por la descarriada y
la que está perdida”. Cuando no hacemos esto las ovejas se dispersan por falta
de pastor y quedan a la merced de las fieras del campo. El lamento profético es
que nadie se preocupa por buscarlas, por hacerles justicia, tratarlas con
misericordia, dejar la crueldad y alejar la violencia.
Jesús nos dice: “Levántate,
recoge tu camilla y anda”. El
evangelio registra que “al instante
aquel hombre quedó sano, así que tomó su camilla y echó a andar” (v.9).
Ante la sanidad de aquel hombre se podría esperar una actitud de alegría por
parte de las autoridades.
Sucedió todo lo contario. Ellos le
dijeron: “Hoy es sábado, no te está permitido cargar tu camilla” (v10).
Treinta y ocho años sin usar sus piernas, pero observaban que en el día de
reposo usaba sus piernas para trabajar. Nos
encontramos con un hombre que no tenía derecho según las autoridades.
La clave en la dirigencia era ejercitar el derecho a la autoridad. Lo
importante no era la restauración de la persona sino observar que no guardaba “las normas establecidas de comunión
y servicio”. El hombre marginado fue
invisible hasta que violó la
ley. Sus autoridades no demostraban un interés en las
necesidades del rebaño. Su enfoque eran
sus leyes, sus estructuras, modelos, “etiquetas” y tradición. Se olvidaron
de los derechos que le correspondía al inválido. Habían perdido el
propósito, el espíritu y objetivo de la ley. Les faltaba escuchar el llanto
del pueblo necesitado.
Al pensar en la iglesia Latinoamericana las últimas estadísticas
nos indica que el 50 % no se congrega. Hay
gente que ha sido avergonzada, humillada, no tratada con respeto, dignidad y equidad. En
una sociedad líquida, como el agua que se va entre las manos las personas
siguen perdiendo las relaciones sólidas, los vínculos, la cercanía, la
confianza y el sentido de comunidad. ¿Podrán volver a confiar?
En la Iglesia y la sociedad del rendimiento con su exceso de
positividad, dispersión y autosuficiencia para vivir sin límites hemos perdido
el descanso espiritual, emocional y físico.
Es como una rodilla que aprieta el cuello de una persona y no le permite respirar.
Su medida es utilitaria y política por lo que podemos aportar o dar. La
pandemia de la productividad, los resultados, la competencia, la aceleración y
el éxito a cualquier costo, nos llevaron a tener una sociedad e iglesia cansada
que puede estar alejada de una teología trinitaria de relación, del
compañerismo, la amistad, la unidad en el espíritu y cerca del dolor, del lamento,
fragilidad y sufrimiento de la gente. ¿Qué tipo
de iglesia surgirá después de esta pandemia?
¿Cuáles son nuestros problemas? ¿Es la institución, el clero o liderazgo? ¿El problema son
los laicos o feligreses? ¿Qué hemos hecho mal si es que algo hicimos mal? ¿Cuál es el proceso de purificación que necesitamos?
¿Culpable o Inocente? ¿Cuánta gente hay en la iglesia y cerca de la misma que no
puede caminar? ¿Por qué muchos siguen en esa condición? ¿Qué tipo de modelo
estamos compartiendo y encarnando?... “Ya
tenía mucho tiempo de estar así”
Carlos Scott
Misión Local y Global (GloCal)
Ciudad Autónoma de Buenos Aires - Argentina
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