jueves, 6 de agosto de 2020


¿Culpable o Inocente?, Jn 5:1-10

Nos encontramos en la celebración de una fiesta de los judíos. Jesús se encuentra con un hombre inválido que llevaba enfermo treinta y ocho años. “Ya tenía mucho tiempo de estar así” (v.6). Jesús toma la iniciativa y le pregunta: ¿Quieres quedar sano?

Su respuesta fue: “No tengo a nadie que me meta en el estanque mientras se agita el agua y cuando trato de hacerlo otro se mete antes” (v7).  Este hombre muestra la falta de acompañamiento y solidaridad de los demás: Indica su limitación y el tema no es la Fe. Lo único que le hacía falta era la compasión humana, la comunión y la solidaridad. 

Jesús decide centrarse en la Justicia, Misericordia y Humildad. Las autoridades están centradas en la ley, normas, estructura y poder.  Jesús nos muestra una teología que tiene que ver con el apego, el cuidado, el abrazo, la ternura, la proximidad, aceptación, sentido de pertenencia y equidad. Hay empatía, valoración y humildad. Dios nunca pierde el corazón. Nunca. Es una teología del amor que se manifiesta en la autoridad del afecto y el cuidado tierno.

Es importante tener presente que el criterio divino para observar la calidad de los dirigentes religiosos y gobernantes se resume en el trato con los necesitados, Ez 34. Se les llamaba pastores y la voz profética nos reclama que en todo tiempo debemos “fortalecer a la oveja débil, cuidar de la enferma, curar sus heridas, ir por la descarriada y la que está perdida”. Cuando no hacemos esto las ovejas se dispersan por falta de pastor y quedan a la merced de las fieras del campo. El lamento profético es que nadie se preocupa por buscarlas, por hacerles justicia, tratarlas con misericordia, dejar la crueldad y alejar la violencia.

Jesús nos dice: “Levántate, recoge tu camilla y anda”.  El evangelio registra que “al instante aquel hombre quedó sano, así que tomó su camilla y echó a andar” (v.9). Ante la sanidad de aquel hombre se podría esperar una actitud de alegría por parte de las autoridades. Sucedió todo lo contario. Ellos le dijeron: “Hoy es sábado, no te está permitido cargar tu camilla” (v10). Treinta y ocho años sin usar sus piernas, pero observaban que en el día de reposo usaba sus piernas para trabajar. Nos encontramos con un hombre que no tenía derecho según las autoridades.

La clave en la dirigencia era ejercitar el derecho a la autoridad. Lo importante no era la restauración de la persona sino observar que no guardaba “las normas establecidas de comunión y servicio”. El hombre marginado fue invisible hasta que violó la ley. Sus autoridades no demostraban un interés en las necesidades del rebaño. Su enfoque eran sus leyes, sus estructuras, modelos, “etiquetas” y tradición. Se olvidaron de los derechos que le correspondía al inválido. Habían perdido el propósito, el espíritu y objetivo de la ley. Les faltaba escuchar el llanto del pueblo necesitado.

Al pensar en la iglesia Latinoamericana las últimas estadísticas nos indica que el 50 % no se congrega. Hay gente que ha sido avergonzada, humillada, no tratada con respeto, dignidad y equidad. En una sociedad líquida, como el agua que se va entre las manos las personas siguen perdiendo las relaciones sólidas, los vínculos, la cercanía, la confianza y el sentido de comunidad. ¿Podrán volver a confiar?

En la Iglesia y la sociedad del rendimiento con su exceso de positividad, dispersión y autosuficiencia para vivir sin límites hemos perdido el descanso espiritual, emocional y físico. Es como una rodilla que aprieta el cuello de una persona y no le permite respirar. Su medida es utilitaria y política por lo que podemos aportar o dar. La pandemia de la productividad, los resultados, la competencia, la aceleración y el éxito a cualquier costo, nos llevaron a tener una sociedad e iglesia cansada que puede estar alejada de una teología trinitaria de relación, del compañerismo, la amistad, la unidad en el espíritu y cerca del dolor, del lamento, fragilidad y sufrimiento de la gente.  ¿Qué tipo de iglesia surgirá después de esta pandemia?

¿Cuáles son nuestros problemas? ¿Es la institución, el clero o liderazgo? ¿El problema son los laicos o feligreses? ¿Qué hemos hecho mal si es que algo hicimos mal?  ¿Cuál es el proceso de purificación que necesitamos?

¿Culpable o Inocente?  ¿Cuánta gente hay en la iglesia y cerca de la misma que no puede caminar? ¿Por qué muchos siguen en esa condición? ¿Qué tipo de modelo estamos compartiendo y encarnando?...  “Ya tenía mucho tiempo de estar así”

Carlos Scott
Misión Local y Global (GloCal)
Ciudad Autónoma de Buenos Aires - Argentina

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