Alojamiento
“María dio a luz a su primer hijo varón. Lo envolvió en
tiras de tela y lo acostó en un pesebre, porque no había alojamiento disponible
para ellos.”, Lc 2:7
Jesús nos enseñó: “Pidan y se les dará; busquen y
encontrarán; llamen y se les abrirá.”, Mt. 7:7. Pero para María las cosas no
fueron sencillas porque las puertas permanecieron cerradas. “Ella se encontraba
embarazada y mientras estaban allí se le cumplió el tiempo. Así que
dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un
pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada”. Para él no había
sitio. Tiene que ir a nacer fuera de la ciudad.
Corremos el peligro de dejarlo fuera. Su presencia nos puede
molestar y tal vez tendremos que defendernos de él, pero la luz brilla en las
tinieblas. Su vida es una luz que descubre nuestras miserias, nuestras
limitaciones, nuestras mezquindades. Es una luz que no se resigna a ser un puro
adorno, sino que compromete, que exige cambios dolorosos en nuestra existencia.
Es una luz fastidiosa y provocativa
Jesús nos invita a ser abiertos y entregarnos a su Luz.
Cristo viene para llenarnos de alegría. “El ángel dijo: «No tengan miedo. Miren
que traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el
pueblo. Hoy ha nacido en la Ciudad de David un Salvador, que es Cristo el
Señor.”
Jesús es nuestra alegría. Nos entiende desde adentro, se
hace humano. Se hace caminante para recorrer junto a nosotros nuestro mismo
camino, compartiendo nuestras penas y miserias, nuestras lágrimas, angustias y
esperanzas. Es un Dios que nos trae salvación. “Entonces salgamos al encuentro
de Jesús, fuera del campamento…” Fuera de nuestro egocentrismo, de nuestra
resistencia para entregarnos a él y seguir su caminar.
Carlos Scott
Foto Gilbert Lennox

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