Gobernar provocando miedo ¿Cómo hacer para que desaparezca una persona?, Jn 9:24-34
Ante el testimonio del ciego las autoridades no lograron que el milagro desaparezca y por segunda vez lo vuelven a llamar: “Júralo por Dios. A nosotros nos consta que ese hombre (Jesús) es pecador”. Por otro lado, los padres no quisieron solidarizarse con su hijo, pero tampoco podían negar que había nacido ciego. Por lo tanto, las autoridades renovaron su ataque al hombre sanado. Querían doblarle el brazo de alguna manera hasta desacreditar al autor del milagro. Una y otra vez estos religiosos muestran que no les interesa la dignidad de la persona, la verdad y el respeto. Están dispuestos a humillar y avergonzar a todo aquel que no siga sus “reglas y tradición”.
El ciego afirmo su testimonio: “Si es pecador no lo sé. Lo único que sé es que yo era ciego y ahora veo” (v25). Frustrados otra vez, los fariseos insistieron que el hombre volviera a relatar lo sucedido. Su respuesta fue: “Ya les dije y no me hicieron caso, ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿Es que también ustedes quieren hacerse sus discípulos? (v27).
La situación puso a las autoridades a la defensiva, su respuesta fue despectiva y lo insultaron: ¡Discípulo de ése serás tú! (v28). Nuevamente el hombre les responde con ironía, pero con certeza: ¡Allí esta lo sorprendente!, que ustedes no sepan de donde salió, y que a mí me haya abierto los ojos... Si este hombre no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada”, (Vs30-33).
El relato termina expresando la máxima crueldad por parte de los religiosos: “Tú, que naciste sumido en pecado, ¿vas a darnos lecciones? Y lo EXPULSARON” (v34).
Jesús al curar y sanar en los días sábados estaba mostrando que la ley había sido superada y cuestionaba la base de la identidad de estos religiosos al refugiarse en Moisés. La única posibilidad para ellos era experimentar un nuevo nacimiento en la manera que fue desafiado Nicodemo, Jn 3:1-8.
La insistencia de las autoridades sirvió para abrirle más los ojos al que una vez fue ciego. Los fariseos en su afán de desacreditar a Jesús se desacreditaron a sí mismo. El hombre “laico” se hizo cada vez más firme y se atrevió a recordarles algunos principios teológicos al “clero”. La veracidad del hombre y su insistencia en decir solo la verdad hizo que estas autoridades se cerraran más y más.
La comprensión del pecado para ellos implicaba descartar a otros seres humanos o buscar la justificación para dejarlos de lado. No tenían que dejarse cuestionar por las obras de Jesús y el testimonio del ciego porque sencillamente para ellos eran pecadores. Usaron la categoría del pecado para deshumanizar a otros y justificar su rechazo a ellos.
¿En qué situaciones solemos deshumanizar a las personas? ¿En qué hechos o circunstancias avergonzamos a la gente y no defendemos su dignidad?
¿Estamos abiertos a revisar nuestros modelos y examinar, evaluar y cambiar nuestra manera de hacer las cosas? ¿Nuestra identidad está basada en alguna estructura religiosa, reglamentos, estatutos o “etiquetas”? ¿Qué nuevo nacimiento necesitamos?
Carlos Scott
Ante el testimonio del ciego las autoridades no lograron que el milagro desaparezca y por segunda vez lo vuelven a llamar: “Júralo por Dios. A nosotros nos consta que ese hombre (Jesús) es pecador”. Por otro lado, los padres no quisieron solidarizarse con su hijo, pero tampoco podían negar que había nacido ciego. Por lo tanto, las autoridades renovaron su ataque al hombre sanado. Querían doblarle el brazo de alguna manera hasta desacreditar al autor del milagro. Una y otra vez estos religiosos muestran que no les interesa la dignidad de la persona, la verdad y el respeto. Están dispuestos a humillar y avergonzar a todo aquel que no siga sus “reglas y tradición”.
El ciego afirmo su testimonio: “Si es pecador no lo sé. Lo único que sé es que yo era ciego y ahora veo” (v25). Frustrados otra vez, los fariseos insistieron que el hombre volviera a relatar lo sucedido. Su respuesta fue: “Ya les dije y no me hicieron caso, ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿Es que también ustedes quieren hacerse sus discípulos? (v27).
La situación puso a las autoridades a la defensiva, su respuesta fue despectiva y lo insultaron: ¡Discípulo de ése serás tú! (v28). Nuevamente el hombre les responde con ironía, pero con certeza: ¡Allí esta lo sorprendente!, que ustedes no sepan de donde salió, y que a mí me haya abierto los ojos... Si este hombre no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada”, (Vs30-33).
El relato termina expresando la máxima crueldad por parte de los religiosos: “Tú, que naciste sumido en pecado, ¿vas a darnos lecciones? Y lo EXPULSARON” (v34).
Jesús al curar y sanar en los días sábados estaba mostrando que la ley había sido superada y cuestionaba la base de la identidad de estos religiosos al refugiarse en Moisés. La única posibilidad para ellos era experimentar un nuevo nacimiento en la manera que fue desafiado Nicodemo, Jn 3:1-8.
La insistencia de las autoridades sirvió para abrirle más los ojos al que una vez fue ciego. Los fariseos en su afán de desacreditar a Jesús se desacreditaron a sí mismo. El hombre “laico” se hizo cada vez más firme y se atrevió a recordarles algunos principios teológicos al “clero”. La veracidad del hombre y su insistencia en decir solo la verdad hizo que estas autoridades se cerraran más y más.
La comprensión del pecado para ellos implicaba descartar a otros seres humanos o buscar la justificación para dejarlos de lado. No tenían que dejarse cuestionar por las obras de Jesús y el testimonio del ciego porque sencillamente para ellos eran pecadores. Usaron la categoría del pecado para deshumanizar a otros y justificar su rechazo a ellos.
¿En qué situaciones solemos deshumanizar a las personas? ¿En qué hechos o circunstancias avergonzamos a la gente y no defendemos su dignidad?
¿Estamos abiertos a revisar nuestros modelos y examinar, evaluar y cambiar nuestra manera de hacer las cosas? ¿Nuestra identidad está basada en alguna estructura religiosa, reglamentos, estatutos o “etiquetas”? ¿Qué nuevo nacimiento necesitamos?
Carlos Scott
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