domingo, 6 de septiembre de 2020

“No hay peor ciego que el que no quiere ver”, Jn 9:35-41

“No hay peor ciego que el que no quiere ver”, Jn 9:35-41 “Jesús se enteró de que habían expulsado a aquel hombre, y al encontrarlo le pregunto: ¿Crees en el hijo del hombre? - ¿Quién es, Señor? Dímelo, para que crea en él. – Pues ya lo has visto -le contesto Jesús-; es el que está hablando contigo. – Creo, Señor – declaro el hombre. Y postrándose, lo adoró.”
El evangelio de Juan nos sigue confrontando con la transformación de un ciego y su proceso de crecimiento. Creer implica “procesos” y Dios nos invita a “creer y seguir creyendo”. Este hombre avanzo en el proceso de confesar a Jesús y el texto de Juan nos anima cuando dice: “Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres… Así que, si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres”, Jn 8.31-32,36.
“Creer en Jesús” no es un solo acto o evento. Al contrario, es todo un proceso dinámico como fue el que experimento este ciego. En este sentido, uno puede tener una fe parcial y creciente o lamentablemente menguante. Frente a los desafíos que nos plantea Jesús, la reacción negativa nunca deja de ser una posibilidad real en este evangelio. Los ejemplos que más nos pueden impresionar aparecen en diferentes capítulos referidos a discípulos que creyeron y luego volvieron hacia atrás como ser en: 6:60-66, 8:31-59 y la traición de Judas, 13:21-30 y 18:3.
Como discípulos de Jesús necesitamos profundizar nuestra entrega, 21:15-22. La fe es un proceso dinámico en la que Jesús nos desafía una y otra vez a seguir creyendo. Cada desafío, cada cuestionamiento, es, en realidad, la invitación a dar un paso adelante en el proceso del discipulado.
“Entonces Jesús dijo: -Yo he venido a este mundo para juzgarlo, para que los ciegos vean, y los que ven se queden ciegos. Algunos fariseos que estaban con él, al oírlo hablar así, le preguntaron: - ¿Qué? ¿Acaso también nosotros somos ciegos? Jesús les contestó: -Si fueran ciegos, no serían culpables de pecado, pero como afirman que ven, su pecado permanece.”
La luz de Jesús iluminó al ciego integralmente, pero provocó el rechazo de las autoridades. Lo que funcionó para producir la salvación en uno, produjo la separación de otros. Mientras que este hombre iba abriéndose progresivamente a Jesús, los religiosos se cerraron. El gran error de ellos no estaba en ser ciegos. El problema fue que, siendo ciegos, pretendían ver. Esa pretensión los llevo a rechazar una nueva visión de Jesús. “No hay peor ciego que el que no quiere ver”
¿En qué proceso nos encontramos en el seguimiento de Jesús? ¿Qué pasos debería seguir dando para tener una fe creciente y una nueva visión de Jesús? ¿Qué nuevos desafíos y cuestionamientos presenta Jesús a la vida de la iglesia?
Carlos Scott

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