“No hay peor astilla que la del mismo palo”, Jn 9:20-23
Todos somos conscientes de las jugadas que se hacen en la vida diaria cuando se intenta ignorar o hacer desaparecer determinados hechos que han ocurrido.
Cuando las autoridades niegan la realidad y se dan cuenta que no tienen por parte del ciego la declaración que buscaban comienzan a indagar a sus padres: ¿Es este su hijo, el que dicen ustedes que nació ciego? ¿Cómo es que ahora puede ver? (v19)
La respuesta de los padres fue: “Sabemos que este es nuestro hijo, y sabemos también que nació ciego. Lo que no sabemos es como ahora puede ver, ni quién le abrió los ojos. Sus padres contestaron así por miedo a los judíos, pues ya estos habían convenido que se expulsara de la sinagoga a todo el que reconociera que Jesús era el Cristo”, (v20-22)
Los padres en cierto sentido intentaron los mismo que las autoridades. No negaron la ceguera de su hijo. Hicieron algo peor: lo abandonaron ante la amenaza oficial. En vez de apoyar o ser solidarios con su hijo lo dejaron solo. En vez de estar alegres por su sanidad actuaron en base al miedo y la conveniencia.
Defender a su hijo implicaba ponerse al lado de su testimonio, no acomodarse con la estructura religiosa, sus reglamentos y sufrir las consecuencias. En vez de hacer esto se alejaron de su hijo: “Pregúntenselo a él, que ya es mayor de edad y puede responder por sí mismo”. Sus padres le dejaron mendigar en la calle y ahora fueron capaces de abandonarlo ante la amenaza oficial.
Una de las cosas tristes que nos puede pasar es hacer desaparecer asuntos inconvenientes para buscar una paz barata o bien ignorar y no confrontar datos que nos cuestionan o nos revelan quienes somos. Frente a estos hechos ¿Cómo respondemos?
Este es buen tiempo para un autoexamen personal delante de Dios y de nuestro prójimo. También es muy buen tiempo para examinar nuestras estructuras religiosas y salir de todo legalismo que excluye. Un tiempo para ser confrontados con la luz de Dios y buscar a una iglesia que se quedó “sin iglesia”. Odres nuevos para un vino nuevo, Lc 5:37-39
¿Habrá un “tercer espacio” para la iglesia que se quedó “sin iglesia”? ¿Por dónde comenzamos?
Carlos Scott
Todos somos conscientes de las jugadas que se hacen en la vida diaria cuando se intenta ignorar o hacer desaparecer determinados hechos que han ocurrido.
Cuando las autoridades niegan la realidad y se dan cuenta que no tienen por parte del ciego la declaración que buscaban comienzan a indagar a sus padres: ¿Es este su hijo, el que dicen ustedes que nació ciego? ¿Cómo es que ahora puede ver? (v19)
La respuesta de los padres fue: “Sabemos que este es nuestro hijo, y sabemos también que nació ciego. Lo que no sabemos es como ahora puede ver, ni quién le abrió los ojos. Sus padres contestaron así por miedo a los judíos, pues ya estos habían convenido que se expulsara de la sinagoga a todo el que reconociera que Jesús era el Cristo”, (v20-22)
Los padres en cierto sentido intentaron los mismo que las autoridades. No negaron la ceguera de su hijo. Hicieron algo peor: lo abandonaron ante la amenaza oficial. En vez de apoyar o ser solidarios con su hijo lo dejaron solo. En vez de estar alegres por su sanidad actuaron en base al miedo y la conveniencia.
Defender a su hijo implicaba ponerse al lado de su testimonio, no acomodarse con la estructura religiosa, sus reglamentos y sufrir las consecuencias. En vez de hacer esto se alejaron de su hijo: “Pregúntenselo a él, que ya es mayor de edad y puede responder por sí mismo”. Sus padres le dejaron mendigar en la calle y ahora fueron capaces de abandonarlo ante la amenaza oficial.
Una de las cosas tristes que nos puede pasar es hacer desaparecer asuntos inconvenientes para buscar una paz barata o bien ignorar y no confrontar datos que nos cuestionan o nos revelan quienes somos. Frente a estos hechos ¿Cómo respondemos?
Este es buen tiempo para un autoexamen personal delante de Dios y de nuestro prójimo. También es muy buen tiempo para examinar nuestras estructuras religiosas y salir de todo legalismo que excluye. Un tiempo para ser confrontados con la luz de Dios y buscar a una iglesia que se quedó “sin iglesia”. Odres nuevos para un vino nuevo, Lc 5:37-39
¿Habrá un “tercer espacio” para la iglesia que se quedó “sin iglesia”? ¿Por dónde comenzamos?
Carlos Scott
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