miércoles, 2 de septiembre de 2020

“No hay peor astilla que la del mismo palo”, Jn 9:20-23

“No hay peor astilla que la del mismo palo”, Jn 9:20-23
Todos somos conscientes de las jugadas que se hacen en la vida diaria cuando se intenta ignorar o hacer desaparecer determinados hechos que han ocurrido.
Cuando las autoridades niegan la realidad y se dan cuenta que no tienen por parte del ciego la declaración que buscaban comienzan a indagar a sus padres: ¿Es este su hijo, el que dicen ustedes que nació ciego? ¿Cómo es que ahora puede ver? (v19)
La respuesta de los padres fue: “Sabemos que este es nuestro hijo, y sabemos también que nació ciego. Lo que no sabemos es como ahora puede ver, ni quién le abrió los ojos. Sus padres contestaron así por miedo a los judíos, pues ya estos habían convenido que se expulsara de la sinagoga a todo el que reconociera que Jesús era el Cristo”, (v20-22)
Los padres en cierto sentido intentaron los mismo que las autoridades. No negaron la ceguera de su hijo. Hicieron algo peor: lo abandonaron ante la amenaza oficial. En vez de apoyar o ser solidarios con su hijo lo dejaron solo. En vez de estar alegres por su sanidad actuaron en base al miedo y la conveniencia.
Defender a su hijo implicaba ponerse al lado de su testimonio, no acomodarse con la estructura religiosa, sus reglamentos y sufrir las consecuencias. En vez de hacer esto se alejaron de su hijo: “Pregúntenselo a él, que ya es mayor de edad y puede responder por sí mismo”. Sus padres le dejaron mendigar en la calle y ahora fueron capaces de abandonarlo ante la amenaza oficial.
Una de las cosas tristes que nos puede pasar es hacer desaparecer asuntos inconvenientes para buscar una paz barata o bien ignorar y no confrontar datos que nos cuestionan o nos revelan quienes somos. Frente a estos hechos ¿Cómo respondemos?
Este es buen tiempo para un autoexamen personal delante de Dios y de nuestro prójimo. También es muy buen tiempo para examinar nuestras estructuras religiosas y salir de todo legalismo que excluye. Un tiempo para ser confrontados con la luz de Dios y buscar a una iglesia que se quedó “sin iglesia”. Odres nuevos para un vino nuevo, Lc 5:37-39
¿Habrá un “tercer espacio” para la iglesia que se quedó “sin iglesia”? ¿Por dónde comenzamos?
Carlos Scott

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