jueves, 19 de mayo de 2022

Una nueva humanidad

  Salir de donde estamos... 

“—Si supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está pidiendo agua —contestó Jesús—, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua que da vida…  —Señor, dame esa agua para que no vuelva a tener sed ni siga viniendo aquí a sacarla.  —Ve a llamar a tu esposo, y vuelve acá —le dijo Jesús. —No tengo esposo —respondió la mujer. —Bien has dicho que no tienes esposo. Es cierto que has tenido cinco, y el que ahora tienes no es tu esposo. En esto has dicho la verdad.  —Señor, me doy cuenta de que tú eres profeta”, Jn 4:10-19
Jesús nos ofrece beber un agua que nos confronta con nuestra identidad: ¿Quién soy? ¿Qué busco?.
Nos encontramos con una mujer cuya vida es difícil y dolorosa. Jesús le pide que traiga a su esposo, no la critica y tampoco la rechaza. Es una invitación a que reconozca su sed no satisfecha.
Jesús le demuestra su interés a diferencia de sus vecinos. Le muestra lo que puede ser, de lo que está llamada a ser, una belleza que alcanzar, de una armonía que encontrar. Ella tiene que elegir entre esquivar a Jesús o abrirse a su propósito.
La mujer niega tener esposo, pero no revela su situación real. Jesús reacciona con generosidad, no la obliga a enfrentarse con un espejo acusador y sentir horror.
Frente a un espejo solemos detenernos para contemplarnos, admirarnos o detestarnos. Jesús nos coloca delante una imagen inédita y diferente. Es una imagen no narcisista, pero esplendorosa donde podemos entender la exigencia y el reclamo de una superación. Es la llamada a una metamorfosis y cambio profundo. Hay un regalo que Dios nos da para tener una “vida entera”, completa, no dividida, en abundancia.
“No se trata, para él, de restaurar al ser humano viejo, de volverle a dar la posibilidad de funcionar mejor o menos mal, sino de dar a luz al ser humano nuevo”. Es como lo hizo con Nicodemo, con la Samaritana, y lo puede hacer con cada uno de nosotros. Es un poder que solo viene de lo “alto”: es nacer de nuevo, nacer del Espíritu de Dios”.
Carlos Scott

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