El legado de un padre, Lucas 15:11-32
Cuando hablamos de legado nos estamos refiriendo a la trasmisión de principios morales, valores, ideas y modelo de una generación a otra. Un legado es una herencia con el objetivo de seguirlo, vivirlo y compartirlo con las futuras generaciones. El legado cristiano tiene que ver con ser semejantes a Jesús.
El legado que nos quiere dejar el Padre tiene que ver con la vida y la libertad, el amor y la verdad, la justicia y la paz. El principal héroe en esta parábola es el Padre amante. Nos encontramos con un Padre que ama incondicionalmente, que sufre, espera, acepta y perdona. Un padre abierto para todos.
En primer lugar, cuando hay amor incondicional tenemos que tener presente el sufrimiento. La pregunta que muchas veces nos hacemos es como seguir adelante ante las desilusiones que nos presenta la vida. Jesús nos puede entender cuando sufrimos porque experimento el quebranto, la humillación, los golpes, el rechazo y el dolor. Hay mucha tristeza cuando los hijos rechazan el legado del Padre y no le siguen. La vida de Jesucristo que encarna al Padre es una invitación abierta para que volvamos a casa y vivamos su legado.
En segundo lugar, el amor incondicional implica saber esperar. El Padre no está preocupado por sí mismo. Es un corazón de misericordia divina donde convive el dolor y la generosidad. Nos anima a tener confianza y no levantar muros. La confianza es la convicción profunda que el Padre nos quiere en casa. Nos dice que “el perfecto amor hecha fuera el temor”. Nos alienta a dar un paso de confianza hacia la vida, la libertad y la gratitud en los brazos del Padre. La confianza requiere el coraje de arriesgarnos.
En tercer lugar, el amor incondicional es un amor que acepta. Recibe a los hijos menores que regresan arrepentidos al hogar. En la vida del Padre se encuentran el amor y la verdad. Hace fiesta por todos aquellos que vuelven a casa y nos coloca a prueba cuando nos invita a dar la bienvenida a otros. Sus brazos también están abiertos para aceptar a sus hijos mayores. Quiere que todos disfruten de la casa, su afecto, alegría e intimidad. No fuerza, no obliga la entrada sino habla con amor. Les suplica a los hijos que participen y no se queden afuera. Nos dice: “Hijo Mío, tu siempre estás conmigo y todo lo que tengo es tuyo”. No para la fiesta, sigue invitando como Padre y Madre y su corazón no está dividido. Es un Padre que une a sus hijos. No ama más a uno que otro, no compara y no hace competir a sus hijos para ganar su amor. Quiere que sus hijos sean libres y libres para amar.
En cuarto lugar, el amor incondicional es un amor que aprende a perdonar. Perdona sin rencor y amargura. No le recuerda al hijo todo lo que hizo mal o lo perdona como si le hiciera un favor. Tampoco le cobra en cuotas el dolor sufrido por medio de la indiferencia, amenazas y humillación. Enfatiza la autoridad de la compasión y la paternidad de la misericordia. Sed misericordiosos como vuestro Padre que está en los cielos es misericordioso. Sean compasivos como vuestro Padre es compasivo. Sed perfectos como vuestro padre es perfecto. Perdonen como yo los sigo perdonando a ustedes. Es un Padre que celebra la vida. Se enfoca en la alegría porque sus hijos volvieron a casa.
El amor de Dios es un amor incondicional. Es el amor del verdadero Padre. Es el amor que prepara la mesa para todos. Extiende sus brazos por igual e invita a celebrar la vida. Es un amor que nos da libertad incluyendo la posibilidad que nos marchemos lejos de casa. Es el amor anterior y posterior a los rechazos. Es un amor que perdona cuando volvemos arrepentidos. Cuando el Padre nos perdona lo divino y humano se unen, el amor y la verdad se encuentran, la justicia y la paz se besan.
Jesús nos enseña el modelo de ser padre y madre. Que podamos amar como El ama. Encarnó en su vida este modelo y nos invita a ser mansos y humildes de corazón. Nos revela al Padre, nos deja el legado y herencia que merece ser vivido con amor, compromiso, fidelidad, tenacidad y esperanza para pasarlo a los que siguen. Nos queda a nosotros la respuesta en cómo queremos terminar esta historia. La buena noticia es que podemos volver a casa, el Padre nos da la bienvenida y siempre lo quiere celebrar.
¿Cómo celebraremos la vida en el día de hoy?
Carlos Scott