Gloria
"Que vean mi gloria, la gloria que me has dado…” Jn 17.20-24. ¿Qué gloria le dio el Padre a Jesucristo? ¿Qué tipo de gloria quiere que veamos y contemplemos? Cuando Jesús anduvo por los caminos polvorientos de Palestina parece que no caminaba en el aire o se transportaba en un vehículo último modelo con un coro de Ángeles. Tampoco tenia la capa de superman. Fue todo lo contrario: se ensució tanto que parece que otros no vieron nada excepcional en él. Jesús hizo milagros, pero muchos que lo observaban no vieron nada, Jn 6.30. Cuando el Verbo se hizo carne, al mundo no le costó nada ver en Jesús a un hombre, a un ser humano. Los religiosos y otros, no lograron ver algo más; a nosotros también nos puede pasar. Para ver a Jesús hacen falta los ojos de la Fe. ¿En qué consiste la verdadera gloria? Juan quiere enseñarnos otro concepto de gloria totalmente distinto. En nuestro medio por lo general se suele buscar el beneficio propio o algo para sí mismo, Jn 5.44; 7.18. En el evangelio, el momento máximo y supremo de gloria es cuando Jesucristo entrega su vida en la cruz. Mientras muchos se rinden gloria mutuamente, Jesús se sacrifica en busca del bien de los demás. “Porque ni aún el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos”, Mr 10.45. La gloria que Dios le otorga a Jesucristo tiene una relación directa con la encarnación. Dios se hizo hombre en la persona de Jesucristo y Juan nos dice que hemos contemplado su gloria. Es una manifestación de servicio y entrega. Jesús se identificó con los temas y problemas de la gente. Su modelo implica sacrificarse por los demás y buscar su bienestar. La encarnación es el modelo para la misión de la Iglesia, Jn 20.21. Somos desafiados a buscar una gloria diferente. Es la gloria de aprender a lavarnos los pies unos con otros, Jn 13.12-17. Es la gloria del amor. “Que se amen los unos a los otros" Es la gloria de servir a todos, ser pequeños, humildes, perdonar y recibir a otros.
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