EL ROSTRO FEMENINO DE DIOS
En ocasiones Jesús habló de Dios o del Reino apelando a figuras masculinas. Era la forma más común. Los varones eran la referencia cultural más habitual. Lo nuevo fue que el mismo Jesús usó figuras de mujeres para ilustrar cómo era Dios y cómo actuaba. Antes, el profeta Isaías y otros lo habían hecho (Is.49:14-16).
Después de la parábola de la oveja perdida (Lc.15:3-7), narró otra, la de la moneda perdida. En este caso la protagonista es una pobre mujer que ha perdido una de las diez monedas que tenía, y ante su infortunio, enciende la lámpara, barre la casa y, con mucho afán, la busca hasta encontrarla. Así se hace cuando la pobreza es mucha.
Ante la buena noticia, reúne a sus amigas y vecinas. Por cierto, en esta parábola solo aparecen personajes femeninos: la dueña de las monedas, sus vecinas y sus amigas. No hay ni un solo hombre. Ya habían estado en la parábola anterior, la del pastor y sus ovejas.
Así habló Jesús acerca de Dios: unas veces como varón y otras como mujer. Al fin y al cabo, de Dios solo se puede hablar por medio del lenguaje figurado. Dios es Dios. Ni es mujer, ni es varón; ni anciano, ni niño; ni rico, ni pobre. Es Dios.
En este caso, Jesús se dio la libertad de presentarlo como una mujer pobre, luchadora, necesitada, perseverante y alegre, rodeada de vecinas y amigas que se alegran con Ella por una simple monedita que se le había perdido. Es el feliz y conmovedor rostro femenino de Dios.
LUCAS 15:8-10 (Biblia La Palabra)
“O también, ¿qué mujer, si tiene diez monedas y se le pierde una de ellas, no enciende una lámpara y barre la casa y la busca afanosamente hasta que la encuentre? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: “¡Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido!”. Pues yo les digo que, igualmente, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.”
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